Grand défournement I


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Poésie de Wislawa Szymborska, sur épée de grès blanc:
Elle ne comprend rien aux plaisanteries,
ni aux étoiles,
ni aux ponts,
ni au tissage,
ni aux mines,
ni au labourage,
ni aux chantiers navals,
ni à la pâtisserie.
Elle se mêle de nos projets et de nos agendas,
elle a son dernier mot
hors sujet.
Elle ne sait même pas faire ce qui directement se rapporte à son art :
ni creuser une tombe, ni bricoler un cercueil, ni nettoyer après.
Toute à se tuerie, elle le fait gauchement, sans méthode ni doigté,
comme si sur chacun de nous elle faisait ses gammes.
Plus d'un triomphe sans doute, mais combien de défaites,
de coups pour rien, d'expériences à recommencer.
Parfois elle manque de force pour frapper une mouche au vol.
Et plus d'une chenille peut la prendre de vitesse.
Tous ces bulbes, gousses, antennes, palmes et branchies,
plumages nuptiaux et fourrures d'hiver attestent
du retard dans son veule travail.
La mauvaise fois ne saurait suffire,
ni même nos coups de main en guerres et révolutions,
du moins pour l'instant.
Des cœurs battent dans les œufs.
Les squelettes des bébés croissent.
Les graines en arrivent aux premières feuilles et parfois même
aux arbres immenses sur l'horizon.
Quiconque prétend qu'elle est omnipotente
est la preuve vivante qu'il n'en est rien.
Il n'est point de vie
qui même un court instant
ne soit immortelle.
La mort est toujours en retard de cet instant précis.
En vain agite-t-elle la poignée de la porte invisible.
Le peu que nous ayons pu demeure irréversible.



Poésie sur grès du Puisaye:
Romance de la Guardia civile española, Federico García Lorca -


Los CABALLOS negros son.
Las herraduras son negras.
Sobre las capas relucen
manchas de tinta y de cera.
Tienen, por eso no lloran,
de plomo las calaveras.
Con el alma de charol
vienen por la carretera.
Jorobados y nocturnos,
por donde animan ordenan
silencios de goma oscura
y miedos de fina arena.
Pasan, si quieren pasar,
y ocultan en la cabeza
una vaga astronomía
de pistolas inconcretas.

¡Oh, ciudad de los gitanos!
En las esquinas, banderas.
La luna y la calabaza
con las guindas en conserva.
¡Oh, ciudad de los gitanos!
¿Quién te vio y no te recuerda?
Ciudad de dolor y almizcle,
con las torres de canela.

Cuando llega la noche,
noche que noche nochera,
los gitanos en sus fraguas
forjaban soles y flechas.
Un caballo malherido
llamaba a todas las puertas.
Gallos de vidrio cantaban
por Jerez de la Frontera.
El viento vuelve desnudo
la esquina de la sorpresa,
en la noche platinoche,
noche que noche nochera.

La Virgen y San José
perdieron sus castañuelas,
y buscan a los gitanos
para ver si las encuentran.
La Virgen viene vestida
con traje de alcaldesa,
de papel de chocolate
con los collares de almendras.
San José mueve los brazos
bajo una capa de seda.
Detrás va Pedro Domecq
con tres sultanes de Persia.
La media luna soñaba
un éxtasis de cigüeña.
Estandartes y faroles
invaden las azoteas.
Por los espejos sollozan
bailarinas sin caderas.
Agua y sombra, sombra y agua
por jerez de la Frontera.

¡Oh, ciudad de los gitanos!
En las esquinas, banderas.
Apaga tus verdes luces,
que viene la benemérita.
¡Oh, ciudad de los gitanos!
¿Quién te vio y no te recuerda?
Dejadla lejos del mar,
sin peines para sus crenchas.

Avanzan de dos en fondo
a la ciudad de la fiesta.
Un rumor de siemprevivas
invade las cartucheras.
Avanzan de dos en fondo.
Doble nocturno de tela.
El cielo se les antoja
una vitrina de espuelas.

La ciudad, libre de miedo,
multiplicaba sus puertas.
Cuarenta guardias civiles
entran a saco por ellas.
Los relojes se pararon,
y el coñac de las botellas
se disfrazó de noviembre
para no infundir sospechas.

Un vuelo de gritos largos
se levantó en las veletas.
Los sables cortan las brisas
que los cascos atropellan.
Por las calles de penumbra
huyen las gitanas viejas
con los caballos dormidos
y las orzas de monedas.
Por las calles empinadas
suben las capas siniestras,
dejando detrás fugaces
remolinos de tijeras.

En el portal de Belén
los gitanos se congregan.
San José, lleno de heridas,
amortaja a una doncella.
Tercos fusiles agudos
por toda la noche suenan.
La Virgen cura a los niños
con salivilla de estrella.
Pero la Guardia Civil
avanza sembrando hogueras,
donde joven y desnuda
la imaginación se quema.
Rosa la de los Camborios
gime sentada en su puerta,
con sus dos pechos cortados
puestos en una bandeja.

Y otras muchachas corrían
perseguidas por sus trenzas,
en un aire donde estallan
rosas de pólvora negra.
Cuando todos los tejados
eran surcos en la tierra,
el alba meció sus hombros
en largo perfil de piedra.

¡Oh, ciudad de los gitanos!
La Guardia Civil se aleja
por un túnel de silencio
mientras las llamas te cercan.

¡Oh, ciudad de los gitanos!
¿Quién te vio y no te recuerda?
Que te busquen en mi frente.
Juego de luna y arena.

Le grand Janus

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